jueves, 11 de agosto de 2011

Ayudando a un desconocido

Era lunes, el reloj casi llegaba a marcar las 21.30, no estaba particularmente helado, ni más oscuro. A lo lejos comenzaban a sonar las primeras ollas de gente que manifestaba en contra de un sistema de educación injusto. Decidí salir un rato, camine dos cuadras y en torno a la plaza la gente estaba reunida alrededor de una batucada, todos bailaban y tocaban sus ollas tratando de seguir el ritmo de la música, a medida que llegaba más gente al frontis de la plaza el lugar se hacia pequeño, de a poco las personas que llegaba iban tomándose la calle y no dejaban pasar a los autos, hasta que finalmente dos cuadras fueron nuestras. Cantábamos, gritábamos y metíamos ruido.Yo por un lado comence a sacar fotos a la gente, pasaban los minutos, pero estaba tan entretenida y concentrada que perdí la percepción del tiempo. Eran las 22.30 y nadie se dedicaba a mirar el reloj.
El montón de gente comenzó a avanzar por el medio de la calle. Yo mientras, seguía tomando fotos en el mismo lugar. Un par de minutos después un sonido calló hasta la batucada, la sirena de carabineros, un guanaco y un zorrillo empezaban a acercarse a donde estábamos nosotros, decidí cruzar la calle y alejarme un poco, lo mismo hizo un grupo de personas que estaban cerca mio. El guanaco indiscriminadamente mojaba todo lo que se moviera. Un bus de carabineros se aproximaba a la esquina y rápidamente 20 ocupantes bajaron y comenzaron a correr y tratar de detener a la gente. Una voz conocida y decidida me dijo, no te muevas. 3 carabineros de fuerzas especiales se acercaba violentamente hacia mí, de nuevo me repitió "no te muevas", decidí hacerle caso y aquellos 3 carabineros siguieron de largo por al lado mio, avanzaron un par de metros más y se escuchó un grito, aún no me daba vuelta y solo alcanzaba a ver la silueta de un adolescente delgado y con un gorro rojo. La gente que estaba más cerca comenzó a gritar y a acercarse a esta silueta, que forcejeaba y trataba de soltarse de los carabineros, la gente gritaba que lo soltaran, que el no había hecho nada, que practicamente era un niño. Entre la gente estaba mi padre, que les repetía mil veces a los carabineros que lo soltaran. Comenzaron a moverse, yo estaba a dos pasos de la escena, el joven estiró el brazo en señal de ayuda, estire mi mano pero la multitud me impedía acercarme más, a él lo tiraban hacia un lado y a mi hacia otro, hice otro intento por alcanzarlo, esta vez con éxito. La gente me seguía tirando hacia atrás y a él seguían tratando de llevarlo detenido. Apretaba mi mano, pero no fuertemente, solo la sostenía como si más que ayuda, buscara apoyo, sentía su mano helada, quizás por el miedo, quizás por el clima, mientras que la mia estaba tibia y generaba contraste. Los dos nos mirabamos con angustia, no sabíamos cuando rato estariamos en esa situación, si lograríamos algo o finalmente todo no habría servido para nada, la gente me seguía tirando, hasta que caí al suelo, la multitud siguio avanzando, aún teníamos ambos los brazos estirados y nos mirabamos mientras lo alejaban de mí. Me fui a mi casa, triste y deseando que ojala tuviera más suerte por su cuenta. Eran las 23.15 cuando lanzaron la primera lagrimogena, yo estaba entrando a mi casa.